el mejor día de mi vida fue el domingo nueve de diciembre del 2018. ese fin de semana había conocido a Charo, quien sería mi pareja por un par de años. a su vez, fue una de las pocas ocasiones donde pude omitir que mi vida está, estuvo y estará atravesada por la psiquiatría. fue un momento de libertad absoluta.
todo comenzó cuando despertamos, Charo y yo, en mi departamento de la calle Guardia Vieja. tomamos mate yendo de un tema a otro en una conversación que no parecía agotarse nunca. después ella volvió a su casa y yo me quedé solo, con la alegría de haber conocido a alguien con quien, sabía, iba a tener más vivencias de ese tipo. recuerdo que, al despertar, ni recordé que había copa. así de enorme era mi alegría por haberla encontrado. ella había llegado a casa el viernes y su estancia se prolongó hasta el domingo: comer, tomar vino, tener sexo, acariciar a mis gatos. la atmósfera del departamento era de despreocupación. sobre el partido, me gustaría aclarar algo: no había, en mí, esa sensación de tragedia inminente que suele rodear a los de mi equipo. no es que desconfíe de ellos, ni de mí, pero tengo la maña de sufrir todo el tiempo que no tenemos la pelota. digo, no estaba nervioso en absoluto. tenía una confianza ciega en que todo iría bien. atribuyo esto a la irrupción de Charo en mi vida. con ella cerca, siempre tuve cierta tendencia a la pronoia. incluso el día que fui a su casa a terminar todo, una parte mía creía que simplemente veríamos películas y haríamos el amor. pero no. volví a casa llorando en silencio en un remisse, tratando de ocultar del chofer mi mal genio, evadiendo toda conversación. hay golpes en la vida, tan fuertes...
pero estaba hablando del nueve de diciembre: solo en el departamento esperé la hora señalada fumando porros y escuchando más que nada un disco en vivo de talking heads, stop making sense. se los recomiendo mucho. quien lo haya grabado, realmente pudo capturar la energía de un recital y del público. es un disco excelente, con david byrne a la cabeza, tocando generalmente una guitarra acústica de gran sonido. la primera canción, psycho killer, dan ganas de saltar y sacudir la cabeza.
para el comienzo, me instalé en mi futón, largamente maltratado por los gatos, con el control remoto en la mano y una gran sonrisa en la cara. ya me sentía ganador a causa de haber conocido a Charo: ese era el verdadero encuentro, ajeno al rodar de la pelota, aunque a medida que se acortaba la brecha hasta sacar del medio, pude entrar un poco en ambiente. decía que estaba en el futón con una tranquilidad inusual, que sonreía y que me daban gracia los gritos que llegaban desde balcón. el resto de la historia es de conocimiento público: el otro equipo abrió el marcador, pero con gran juego y un Quintero intratable, River dio vuelta las acciones y se alzó con el trofeo continental.
aquel día, aunque tomé las pastillas como todos los demás días, no me sentí preso del modelo médico, ni de la psiquiatría, ni de nada. fue un día de amor pleno que el resultado en la placa acompañó. hoy Charo y yo ya no nos vemos, pero la recuerdo como una presencia del todo alegre, una persona que realmente había sabido comprenderme y, encima, se había enamorado. donde quiera que esté, espero sea feliz. en cuanto al partido, bueno, se vio los días posteriores en todos los televisores: la alegría, para los de mi equipo, fue inmensa. y todavía lo es. algunos medios calificaron al encuentro de histórico. yo creo que lo fue, pero no sé bien a qué encuentro me refiero. también fue el día de mayor libertad del que tenga memoria. y eso ya es algo.