en una mesa vemos al jugador tomar una tarjeta que dice regrese al primer casillero. lo vemos moviendo su personaje hacia atrás. luego alguien tira un dado y es una matanza. gritos, sangre en las paredes, unmédico unmédico unmédico casi percusivo. un latido. a veces, cuando el dolor llega, llega porque si. y no hay mucho que hacerle. salvo aplicar presión. o rezar, si viene a cuento, o parece buen momento para adoptar la práctica.
hay otras infinitas veces. en alguna nadie tira ningún dado. en otras la matanza es una guerra de almohadas. en otras nos arremangamos los cuerpos en un ascensor descompuesto con puerta tijera. en otra, los personajes están siempre de espaldas entre sí. me gustaría decir que cada vez, el jugador tiene una marca, como en esas películas donde el protagonista enciende los fósforos contra el canto del calzado. un aire, o cierta suerte, pero estaría mintiéndoles. y de todos modos nadie sabe bien de qué va el juego.
ahora ponen una canción de llorar. y todos, absolutamente todos, juramos tener un cuerpo extraño en el ojo.