él camina
mordisqueando
un revolvedor
de plástico,
hace días
que no junta
para los cigarrillos.
lleva
la piel quemada
por el sol
y los ojos
entrecerrados
de brillo.
no interesa
de dónde viene.
nadie sabe
si está yendo
a algún lugar
o si sólo
mata el tiempo,
mientras aplasta
el suelo
con los pies.
ella es la costa,
la jerga del lugar.
conoce los mejores
puntas y los lugares
para comprar cerveza
después de hora.
sabe la cadencia
de los autobuses,
los mensajes secretos
de las autopistas,
la moral de las aves
migratorias.
sabe también dónde
amanece más rojo,
dónde crece fuerte
la carcajada, justo
en el recodo
del viento.
con una precisión
imposible, dan los
mismos pasos a miles
de kilómetros.
después miran
al cielo como
buscando algo
y, casi tocándose,
se desencuentran
del todo, para
lo que queda
del viaje.