esté equivocándome
de medio a medio.
pero esto de
el rancho
las llantas
repiola
etcétera, arrancado
de los pasillos del penal
y puesto a funcionar
primero en la calle
y después, como
acto reflejo,
en los libros
finitos,
parece
una afectación
igual de ridícula
que seguir hablándole
a los fantasmas azules
o impalpables de la noche.
lo mismo
que colocar la voz
como si doliera
algo adentro
a la hora de leer
en público.