no concebí la intervención
del pensamiento
en esa extraña ligadura
medio mística
que llamamos amor.
opinaba algo así
como se ama donde
no se puede elegir,
donde algo toma
el cuerpo y lo reduce
a la condición
de huésped.
hoy entendí que,
en realidad, el asunto
funciona de manera
totalmente inversa:
aún ante las innumerables
posibilidades de existencias
superpuestas, se transita
sólo una de ellas, renunciando
en plena conciencia a todas
las demás.
creo que el amor
va un poco de eso:
poner las manos
en el fuego,
armar la casa,
inventar palabras
nuevas para hablar
desde nosotros.