me acuerdo de estar subido a un caballo, en entre ríos, y levantar las manos para saludar y que el caballo se asustara y me tirara al suelo.
me acuerdo que me atajó mi tío ñato, al poco de rebotar contra el pasto, que me abrazó y me preguntó si me había lastimado. no me había hecho nada.
me acuerdo del rifle de aire comprimido y de los pájaros muertos, pequeños trofeos de una infancia afuera.
me acuerdo de soñar con los pájaros, con que venían a vengarse. y dejar de usar el rifle y dedicarme nomás a caminar por el campo.
me acuerdo de acariciar al perro gigante negro que el ñato tenía. de cómo te ayudaba con la bolsa de los mandados con su boca.
me acuerdo de volver a capital y estar del todo desadaptado, no poder tolerar los módulos de cuarenta minutos adentro del aula. de no poder tolerar a mis compañeritos durante esos cuarenta minutos.
me acuerdo del padre de un compañero que era diputado por el modin: su hijo temía dejar comida en el plato porque el padre lo golpearía.
me acuerdo de mis compañeros preguntando ¿dónde esquiás? y otras por el estilo. preguntando por si sabía jugar al polo. primeros años de colegio secundario.
me acuerdo de los primeros discos de metal pesado que llegaron a mis manos. de cómo esos mismos compañeros de escuela decían que de grande sería drogadicto o tendría pelo largo por escucharlos. me acuerdo de la fruición al escuchar esos discos, como de estar ante algo capital, verdaderamente importante, algo clave. no me equivoqué. hay cosas que hacen una raya en el suelo.
me acuerdo del hacinamiento de los primeros conciertos de metal a los que concurrí. en cemento, donde las paredes sudaban y todo estaba sucio sin embargo te sentías en casa. me acuerdo de los primeros porros que fumé en esos lugares, cuando todavía pegaba bravo. me río hoy, dandole la razón a mis compañeritos patricios.
me acuerdo que una vez se agarraron los que si contra los que no. yo estaba fumando uno y llegué tarde.
me acuerdo de una compañera totalmente fuera de lugar que tenía la voz de janis joplin. me acuerdo de tocar en la guitarra temas de rock nacional para que ella cantara. me acuerdo de las cargadas que eso me valió y lo poquísimo que me importó todo aquello.
me acuerdo, ya en edad de manejar, de los mercedes y los mg que conducían mis compañeros. de los descapotables y los antiguos. yo nunca saqué registro.
me acuerdo de los primeros acordes tocados en la primera banda que me conseguí. eramos un desastre, pero desde dentro nos sentíamos los beatles.
me acuerdo de la primera vez que escribí un poema. digo, de ver que eso era una posibilidad.
me acuerdo de la primera vez que escribí un poema para mi abuela. que se lo leí y la Élida se sonrió.
me acuerdo de la vez que dejé de ser comida de fantasmas: de sacar libros con amigos, me acuerdo.
me acuerdo de arruinarlo todo y volver a intentarlo y volver a arruinarlo y volver a intentar nuevamente y así hasta el hartazgo.
me acuerdo de cruzarme con ex compañeros, ya crecidos, y escuchar "es que se da con todo" hablando de alguien que fumaba marihuana.
me acuerdo del yo no me meto pero está en cualquiera. de ser cualquiera, me acuerdo.
me acuerdo del juicio de todos esos obtusos, pero también de encontrar cómplices, de soplar la brasa de las palabras.
me acuerdo de los cinco minutos para recitar en el evento. sin importar cuánto te haya tomado llegar hasta allí. cinco minutos.
me acuerdo, otra vez, de los pájaros muertos de la infancia. de esa truncada vida mínima.
me acuerdo de la prepotencia de los divertimentos de la niñez.
me acuerdo del "dejalos, son chicos"
me acuerdo de la crueldad infinita de los niños.
y después me acuerdo de que nada cambia. nunca.