bajo la luz del miedo, todo es del mismo color. también en la oscuridad, o bajo otra luz cualquiera. es cosas.
si se mira lo suficiente, no hay distancia. ni entre palabras, ni entre animales, ni nada.
tampoco hay manera de estar solo: la ilusión de la isla, o el bar en la playa, o el viaje iniciático, palidece de cara a las fibras trenzadas del lenguaje. el lenguaje, que también es una cosa.
siempre hay otro. que la trae, que habla, que paga el pato cuando asoma el suicidio, en fin. y en principio. Otro con mayúscula. con O de cosa, de palabra, de distancia. pero sobre todo de silencio.
los muchachos de buda dicen que la experiencia de eliminación del yo supone bienestar y mi psiquiatra hace promesas de un orden similar. o del todo contrario. es lo mismo. una cosa: el tiempo. otra: no.
al momento, mi cabeza (que además es una cosa) hila tiempos y destinos, palabras y cosas. y el cuerpo, apenas. una caja donde sólo resuenan las voces que antes hicieron el delirio. es decir, nada. es decir, Otro.
una escena: espejarse la sombra hasta volverse locos. o estúpidos.
al final, siempre pienso que todo va a estar bien. en eso somos parecidos mi psiquiatra y yo, la medicina y yo, las hadas madrinas y yo: en la garganta.
todo el relato sabe a bilis, o a hielo. es eso, o que algún frío existe en el tiempo, pero también antes. afuera. ahí, entre las cosas. justo donde escribo, hablo y equivoco la gradación de los remedios.