con el negro no
hijos de mil putas
fue lo primero
que pensé
cuando supe
lo de la clínica.
inmediatamente
después recordé
todas las veces
que me pateaba
a colocar, una
a cada palo,
mi buzo de arquero
y yo casi flotando
por las tardes
de la reja.
uno de esos
nueves petisos,
imposibles de marcar
en el área. ese
es el negro.
así lo tengo:
cruzándome la cabeza
a frente levantada,
metiendo una diagonal
rapidísima que termina
en pase a la red.
eso, o echando
la falta revirada,
de atrás, en un
grito que es
mezcla de vino
tinto y risa
verdadera.
negro querido
haceme un favor
grande: si llegás
a ver esa luz blanca
de la que todos
hablan, meté
un amague
a lo garrincha
y agarrá para
este lado.
te quiere,
el guardameta.