el noventa
y dos corta
guardia vieja
al medio
con su trompa
iluminada
azul y blanca.
enfrente
hay dos
que charlan
fumando uno,
apoyados
contra
un árbol.
en almagro
se cuecen habas:
palestina arriba
los muchachos
de la lata
desaparecen
de a poquito
en la olla
del delirio,
meta rascarle
los bordes
a la desgracia.
de espaldas
al hipermercado
quedan sembrados
los zombies,
como envases
vacíos de todo,
con apenas
un par
de reflejos
motrices.
manolo dice:
acá siempre
hay alguien
secuenciando,
esto antes
no era así.
después
también
desaparece
en bicicleta
y en silencio
en la boca
abierta
de la noche.