sábado, 6 de mayo de 2017

olivia y el chino de blanco

vemos a un chino vestido de blanco que irrumpe en la habitación de una mujer. no se sabe con certeza cómo es la habitación, pero sabemos que algo está pasando y que uno de los protagonistas abrió una puerta que no debía. tampoco sabemos si la puerta abierta indebidamente es la que se ve, o un suceso anterior, quizás algo en sepia.  por sonido hay risas.  gente hablando.  la pregunta, latente.  ella recoge su pelo a la altura del cuello, larguísimo.

en el altillo, nuestro héroe se pregunta ¿cómo serán los infartos de los pájaros? ¿y qué sucede? ¿sólo caen a tierra? después hurga más y más y se hinca y vuelve a levantarse y se hinca y vuelve a levantarse.  la única vela se hace pequeña, gotea sobre sí.  gotea también nuestro tipo, trata de meterlo todo dentro, desaparecer hasta la última partícula y luego recorrer con el dedo. aquí no ha pasado nada.

ahora ella, su pelo, recorre farmacias con una receta mal hecha.  lo intenta de mil modos pero es rechazada cada vez.  de cualquier manera, ya no nos concierne. del otro lado del teléfono no hay nadie y no sabemos si alguna vez hubo teléfono o es sólo un efecto.  o tal vez, pienso ahora, en alguna parte realmente haya ocurrido un baño de sangre, mientras en el sueño sostengo un teléfono y la voz metálica repite sobre mi aliento entrecortado: cuatro horas, once minutos, nueve segundos. ella sube a un taxi al tiempo que el chino de blanco cruza una calle, en flores.

las patas de los bichos de noche sobre el techo de chapa hacen de único compás al film de nuestro héroe.  el espacio se llena de presagios. movimientos diafragmáticos.  él hace bailar una botella vacía en el suelo, bajo su mano.  con la otra fuma incansablemente, tratando de evitar la lógica imperiosa de la necesidad.  amanece como si la luz aplastase las cosas.  las opciones empiezan a agotarse. y, desde este ángulo de visión, parecieran necesarios dos o tres cuerpos para contener todo el pánico que crece.

ahora tanto ella, su cuello larguísimo, y el chino de blanco duermen.  naturalmente, en lugares distintos.  así también nuestro heroe.  chupeteando sueños dulces donde se encuentra dentro de una mamita suficientemente buena.  mi gata gorda hunde sus uñas en mi pantorrilla como reclamando lugar en la historia.  enseguida le toco la panza: tranquila olivia, que siempre vamos juntos a todos lados.