al mejor libro
que leí en mi vida
no me lo dieron
ni en la escuela
ni en la facultad.
no me lo recomendó
ninguno de mis amigos
del palo.
lo pagué
veinte pesos,
en plaza italia,
hace una carrada
de años, un día
que tenía que matar
tiempo entre dos
compromisos.
me acuerdo
que usé
un billete
de cincuenta,
que después
gasté el vuelto
en una hamburguesa
con papas
y en videojuegos,
ahí nomás
de la feria.
no interesa
de qué trata,
quién es el autor,
o si los libros
saben o no buscar
a sus lectores.
en realidad, vista
desde lo suficientemente
cerca, o durante mucho rato,
ninguna cosa interesa
demasiado.
lo que sí quiero
es dejar dicho
que hay experiencias
tan significativas
que no van a la memoria,
ni al tiempo, o al espacio.
son esas nociones
necesarias para la vida
las que se erigen
a su alrededor,
así como un gato
va a enredarse
entre las patas
de su dueño.