busco el piso
con la planta
de las manos
plenas, pero
nada.
apunto al techo
y tampoco.
qué decir
de los costados
donde miran
los paranoicos
antes de dormir
o ir a mordisquearse
ahí los dientes
en una de cavidades
y pesadillas.
siesta es recién
cuando detengo
del todo
el pensamiento,
igual que a una
liebre encandilada.