viernes, 24 de junio de 2016

virosa

i.
como el loco
ese en la película
de trapero que va
por el costado
de la ruta solo
gritando dejame
dejame andate.

más o menos así
tengo la cabeza
ahora mismo.

apoyo la espalda
en la música,
la única comidilla
confiable para tirarle
encima al ánimo.

son las canciones
las que me devuelven
algo parecido a una idea
no digo de cuerpo, pero
al menos de unidad,
de que puedo juntar
mis pupilas y rajar,
irme de esta mesa,
dejar de hacer show
para la gilada.


ii.
cada vez
que logro pensar
en blanco, el hijo
de siete millones
de putas de al lado
acciona su encendedor,
creo que para enfatizar,
o capaz es algo como
un tic o un reflejo.

brota de ahí una chispa
en la que está la infancia,
con el fútbol, las noches negras
los pastos blandos y todas
las primeras veces.

pero así también está
la muerte y el descarne,
la impermanencia del cuerpo,
el tiempo, carajo, todo
lo que nos falta siempre.

hasta que es tarde,
o nunca.


iii.
al final
parece que bajás, digo,
no se ven más estelas
alrededor de las luces,
los huesos demuestran
una textura conveniente
y nada respira bajo
la calle.

pero cuando
te querés avivar,
de puro roto,
capaz que le colgaste
al bobo el cartelito
de cuidado con el perro.