a la hora
de las traiciones,
cuando el frío
se mete entre
las costillas,
debajo de
la campera.
los primeros
cambios de temperatura
son los peores, pienso,
y de toque me imagino
un socolinsky o uno
de esos dentistas
quemados de tan
blancos que aparecen
en las publicidades
hablando entre
mis dientes, ahí,
con mi baba
y mi lengua.
subo al colectivo
y pago casi un taxi,
via mauricio montado
a la pesada herencia
recibida.
ya no leo,
un golpe parriba
a los auriculares
para que la música
tape del todo
al mundo, agarrar
fuerte un pasamanos
y tamborilear
los dedos, ya no leo,
nomás miro pasar
un pedazo de ciudad
por las ventanillas
marcadas de agua
dura y calcomanías
viejas.
toco timbre y bajo,
la vereda parece
en subida
pero tal vez
sólo sea yo.
la sensación general
es la de dos goles
abajo faltando diez
minutos,
o quizás
la de estar
con las entradas
en la mano
sin poder encontrar
nunca la cancha.
camino a paso
vivo, aplastando
baldosas y charcos,
enciendo y largo
la nube recta
hacia arriba
por no molestar.
camino rápido,
ya no leo, dicen
que los sueños
crecen como locos
de acá a dos cuadras,
pero también hablaban
maravillas de bertolo
y acá estamos.