no sé que pasó
pero en algún punto,
todo la historieta
de meterse alucinógenos
mutó desde la búsqueda
de una conciencia
colectiva y una
comunicación no
verbal, por decir
dos pilares del
trote, a venerar
a esa suerte de
jesucristos digitales
que son los locos
que hacen electrónica
ahí en los pedestales
llenos de luces
espasmódicas y otros
abalorios.
hace un tiempo
vino uno a vernos
y preguntó
si estábamos al tanto
de los nuevos sonidos.
después dijo no poder
reproducirlos en los
parlantes de casa
porque no toleraba
cómo sonaban
los bajos.
el mismo tipo,
en un cuelgue
de éxtasis,
contó su novia,
pensaba que estaba
en el trabajo.
repito: durante
la fiesta alucinaba
con el trabajo.
no tiene remate.
capaz, salvo,
haberle tirado
por la cabeza
un disco
de kraftwerk
o tangerine dream,
pero en el momento
no me avivé.
ahora la prensa
está fascinada
con la muerte
de unos chicos
en un evento
medio famoso
de esos:
no hay ni un canal
que no hable de eso.
por unos minutos
van a poner madrecitas
en tele, mostrarán pibes
de musculosa y anteojos
espejados. digo, nos van
a hacer creer que les importa,
pero en realidad,
no.