yo le meto eh.
como haga falta.
por la mañana
abro la alacena
lleno el puño el vaso
con agua y después
trago sin hacer
ni media pregunta.
todos los días
cuando la sangre
trepa, negra,
por la columna,
por los pensamientos,
sembrando certezas
ortigas y ya no
se camina sino
en círculos.
incluso ahí,
le sigo dando:
respiro hondo,
un palmo
bajo el ombligo,
recuerdo
que panza
al pasto
somos todos
bastante parecidos,
que seguramente
alguien ya sobrevivió
a esto o a algo
que se le parezca
lo suficiente.
cuando la erro
abajo del arco
desde un ángulo
imposible,
tanto que repito
la jugada
en mi cabeza
y ahí sí entra.
por capricho,
o para vender
caras las patas,
pero le pongo.
sabiendo
que cualquier
conquista sobre
el desorden
es, antes que nada,
pasajera y que ahí
anda siempre el tiempo
suturándolo todo
a su gusto,
contando una historia
donde yo solo puedo
huecos.
yo le meto,
le busco la vuelta,
ahora el mundo
ni noticias.