si no podés
hablar al menos
quince minutos
seguidos
sobre una lechuza
parada en la saliente
cortada de un tronco,
o de una pareja
de cardenales
en un alambrado
cantando al sol;
o mejor:
si no podés hacer
silencio frente al idioma
de los árboles o las ranas
anunciando la lluvia,
por más que sepas
de estructura
y superestructura,
por más clara que tengas
la dialéctica del amo y el esclavo
o las relaciones objetales en general,
dejame acá tranqui,
que para no entender nada
más o menos la llevo.