vemos una casa quinta. verano. un matrimonio y su hija de quince años. se llaman como se llaman, no importa eso. papá y mamá salieron a caminar, o al pueblo, o a cualquier lado. la hija de quince años hace la plancha en la pileta con la cabeza apoyada en el borde. hay un parquero que va y viene con una cortadora de césped eléctrica. de soslayo mira a la chica en la pileta mientras sigue yendo y viniendo con la máquina. la chica disfruta del sol, el calor le sienta bien. y está estrenando bikini. tiene los ojos cerrados y la mente casi en blanco. a veces le aparecen algunos pensamientos, pero así como llegan, se van. no se quedan en el patio de la mente. el agua también le sienta bien. ahora mueve un poco los pies y hace pequeñas olas que recorren la pileta entera. tiene las uñas de los pies y las de las manos pintadas de un mismo color: rojo. el estruendo de la cortadora de césped se le antoja rítmico. como viajar en tren, piensa. el parquero la mira mientras ella flota en el agua, casi fuera del mundo. además de la cortadora se escuchan algunos pájaros y una chicharra. la escena, desde la perspectiva de la chica, es del todo bucólica.
ahora el parquero desenchufa la cortadora y toma un rastrillo. cuidadosamente, junta todo el césped recién cortado en una montaña para meterlo en una bolsa. mientras hace todo esto, mira cada vez más a la chica que flota en el agua. sus quince años en bikini, la vida pileta.
ahora la chica abre los ojos y se los frota con los talones de las manos para acostumbrarse a la luz del sol. después de los ajustes pupilares, toda la quinta empieza a dibujarse a su alrededor. primero el azul de la pileta, después el negro de la reja que la rodea y más allá el verde del parque con sus árboles, sus pájaros, sus insectos. ella mira sus pies en el agua y mueve los dedos. finalmente su mirada encuentra la del parquero. y le sonríe, o algo parecido a eso. nada altera la calma medicamentosa de la siesta en la pileta. el parquero termina de juntar el césped cortado en una bolsa, la cierra con dos nudos y va a sentarse a la reja que bordea la pileta. tiene los ojos fijos en la chica.
-está linda el agua ¿no?-
-si, re. y el sol.-
-yo les cuido el agua para cuando ustedes vienen. que esté linda-
-gracias- vuelve a sonreírle.
-bien bien- dice el parquero, no sabemos mucho a cuento de qué.
después de esas últimas palabras el tipo arranca para el lado del galponcito donde guarda sus herramientas y se cambia después de terminar. tiene la respiración algo agitada. mientras una mano va a secar el sudor de su frente, la otra manotea la botella de hortal y la abre. se la toma de un trago, sin taparse la nariz. después se sienta y espera.