¡como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar!
eso cantábamos cuando alberto le arrebató el país a la derecha.
¿se acuerdan cuando festejábamos por alberto? a los tibios los vomita dios.
pero soy ahí. en esa conservadora llena de cervezas que llevamos al bunker.
también soy otro de los descerebrados de menem, cabeza de disneylandia
hijo de tecnócratas, del humor general.
mi viejo tuvo una consultora
mi vieja las formas.
mientras tanto, yo dele con el cuaderno.
era siempre la política y las palabras
no en ese orden: tengo la manía de dar por dichas
las cosas sólo cuando están escritas.
todavía me hace bien cantar la marcha
aunque sea la primera parte.
soy del ochenta y tres, arranca la primavera
alfonsinista. pero soy mi tiempo como el temblor
en las manos y la costilla rota y la borrachera.
la infancia es un plato de frutas
peladas por mi viejo para comer después de la cena.
un plato de frutas es un postre, pero también
puede ser una visión de mundo
un sol de noche en la madrugada.
en el colegio los compañeritos:
sonrisas llenas de dientes perfectos
¿dónde esquiás? pregunta uno
y yo tratando de no alterar la superficie del agua
hasta salir.
de la adolescencia
las caries en la cabeza.
pero también Kerouac, Burroughs, Abelardo Castillo.
familiares directos, presencias amables a mi costado.
dos mil cinco, consumos problemáticos, diez días de encierro.
dos mil diecinueve, depresión mayor, veintiocho días de encierro.
hay un ángel y una chica de pelo negro, hay rondas de cigarrillos
y mate cocido en ese patio de invierno.
escribo y tengo miedo de que vuelvan
miedo de esta calma sostenida por escarbadientes
miedo de no volver a reírme, de hacerlo mal.
de la adultez las caídas
los dale, vas a poder
y así, sin saber cómo
un día dejás de ser comida
de fantasmas.
sacas libros con amigxs.
además un recuerdo:
como árboles, como ramas
los brazos de mi abuela Elida.