lunes, 26 de abril de 2021
palabras sueltas
camino por el jardín. el paso de las estaciones lo ha cubierto de hojas secas que el viento desordena. yo fumo y dejo vagar la cabeza: mis pensamientos van desde el libro que estoy leyendo hasta tu casa, con un vasto terreno medio donde nada se destaca demasiado. mientras camino digo palabras sueltas, sin solución de continuidad: Viatka, vestidos, calesita. hay palabras cuyo origen puedo rastrear en pensamientos que ya he tenido antes de manera recurrente y otras que parecen empujadas nomás por el aire. ahora pienso un poco en tus piernas, pero en esa forma curiosa que tiene la evocación cuando lo que se nombra se ha perdido para siempre: no son tus piernas, son unas piernas genéricas donde ahora mi cerebro deposita la nostalgia. esto me resulta inmensamente triste: la distancia que crece entre mi cerebro y las imágenes reales de tu cuerpo. porque crece. hoy no podría asegurar que conozco tus hombros, cuando sé a ciencia cierta que mis dedos los recorrían de ida y vuelta, atentos a cada irregularidad, a cada pequeño detalle. supongo que esa distancia es lo que llaman tiempo. y que crecerá hasta volverte del todo invisible a mis ojos y a mi memoria: supongo que eso es sanar. porque estoy herido, de eso no hay duda. toda vez que algo en la realidad refiere a esa herida sólo puedo llorar o hacer silencio, apretando fuerte la garganta. estoy herido de partida y de tiempo. de partida porque las líneas que separan tu casa de la mía se han transformado en fronteras. de tiempo porque todo lo que quedó de tu lado me resulta cada vez más incierto, más imaginado que real. pero lo intento. pongo un precio impagable a la derrota: hoy desperté temprano, desayuné mate, leí los diarios y un poco del libro que antes mencioné. decía que estoy herido y que camino por el jardín a cabeza suelta. hace meses que esta casa inmensa y este jardín me hacen de hogar. he tenido que mudarme aquí porque mis pensamientos amenazaban con volverse peligrosos. como cuando le preguntan a uno si lo ha pensado y uno cavila antes de responder temiendo al botón debajo del escritorio a los enfermeros gigantes al chute y a la cama con correas. hoy mis pensamientos ya no son peligrosos, pero todavía vivo aquí, a la espera de que la doctora autorice mi regreso a casa, donde esperan mis gatos, mis libros y mis discos. camino por el jardín y digo palabras sueltas: botón, sexo, masticar. pareciera que los mosquitos calcan mis pasos o saben de antemano adonde voy a ir. enciendo otro cigarrillo: el humo, al salir de mi boca parece un poco más azul que lo habitual.