aprieto
los labios
en torno al
filtro del
armadito
y después
largo la
bocanada
para adelante.
la noche
hizo silencio,
salvo por mis
teclas y un par
de pájaros.
sobre
la enredadera
una luz helada
de blanca y,
desde hace dos
días, un rulo
de alambre con
filos en torno
a la medianera.
es que el miedo,
ay, el miedo
y la propiedad
privada son
la pareja
perfecta.
miedo
a perder
al dolor
al daño
al otro.
siempre ahí,
como un narrador
que las sabe todas,
o un dios judeocristiano.
empieza
a amanecer.
en el aparador
hay dos blísters
con mi nombre.
me sirvo agua
con cuidado
de no despertar
a los gatos.
acostado,
espero que
la calma venga
a ordenarlo todo.