dejar
de morder
las pesadillas
puede ser
una cuestión
maxilar, pero
también es
una declaración
de principios:
no voy a estar
cuando caigan
el resfrío
y la tristeza,
no voy a regalarle
el cuerpo a la
sombra.
a fin de año,
cuando vea
la primera
cañita voladora
no voy a llorar
pensando pelotudeces.
todo
lo que hay
me lleva
en andas.