lloré
apretando
la cabeza
contra el
colchón
para no
hacer
ruido.
después
salí a
la calle:
gatita
blanca
me calcó
los pasos
en el ripio.
incluso vino
a enredarse
entre mis pies.
vomité
y seguí llorando
hasta que se me
secaron del todo
los ojos.
el perro
del milico
ladraba
sin pausa.
noche larga,
sí, pero al rato
siempre amanece.