para distraerte
del hecho
de tus héroes
cayendo a pique,
como moscas.
¿no ves
cómo se entumecen
las patas de las
palabras de tanto
verso quieto?
no quiero
convencerte
de rezarle a éste
en vez de a aquel,
ni consolarte
cuando finalmente
apaguen las luces
y quedemos a solas.
no voy
a acariciarle
la panza al miedo
para que se esté
a raya: aquí
la espada,
esta es la pared
y en el medio
nosotros:
ese rojo
pringoso
en las manos
de la memoria.