vas a tener
que estar
un tiempo
sin mentir,
dijiste
como hamacando
las palabras
y la desconfianza.
después
te corriste
el pelo
de la cara
en un gesto
delicadísimo
y terminaste
el cigarrillo
con la vista
en la calle.
yo, que sabía
lo imposible,
prometí todo
con pelos
y señales.
no que quiera
justificarme,
pero hacía frío:
parecían días
de matar o morir,
con el sudor
bien ganado
como única
casa posible.
después
lo arruiné.
aunque ahora
no pueda
recordar de qué
manera.
en la fábula
del escorpión
y la tortuga,
yo sería
el río.