martes, 11 de abril de 2017

que se llevaron a su hombre y necesita protección

todo va bien
hasta que
el diablo
se me arrima
a la oreja:

mandale, cagón,
que siempre
se puede
suspirar
como disculpa.

después se ríe
con más dientes
que el aparador
del ratón pérez.

entonces
me doblo
sobre muebles
extraños
¡y son los míos!
pero ya
ni la pieza,
ni el cuerpo,
ni los gatos,

la corriente.

ciertas ganas
de morder
hasta la sangre.

a la vuelta
queda el angelito
exudando presagios:

el que hace nudos
con las piernas
y las sábanas
para no desesperar.

cuando la noche
cambia de nombre
yo
enumero pesadillas
donde las palabras
no son ruido,
sino algo atravesado
en la garganta.