llové nomás
hijunagranputa,
dijo el adrián
medio entre risas
cuando se largó
justito después
de llevar
a la mesa
las últimas
costillas
que quedaban
al fuego.
comimos todos
en el galpón,
alumbrados por
dos lamparitas
y el arrullo
de las gotas
sobre el techo
de zinc.
para el momento
del café, ya
había parado.
la tía fue
adentro
de la casa
a calentar
agua.
los demás
permanecimos
en la mesa,
con esa especie
de estupor
que te deja
el asado
con vino
bien puesto
en el cuerpo.
hay que ver
lo que gasta uno
en alegría
y en realidad
está toda ahí:
que la lluvia
te deje cocinar
al piso, en el
medio del campo,
la charla antes
y después,
darle
un abrazo
bien fuerte
a los tuyos
antes de ir
a dormir
rodeado
por el canto
de las ranas,
los grillos
y los otros
bichos
que andan
de noche.